Fue secuestrado en el garaje de su casa cuando volvía de su trabajo y días después ETA se hizo responsable, exigiendo el traslado de los presos de la organización a cárceles vascas, estando privado de libertad durante casi año y medio, entre 1996 y 1997.
El 1 de julio de 1997 la Guardia Civil lo localizó en un “zulo” de Mondragón después de pasar 532 días encerrado en él, siendo detenidos sus cuatro secuestradores.
Las condiciones de su encierro fueron muy duras, ya que el “zulo” en que se estuvo era muy húmedo pues se encontraba a pocos metros del río Deva bajo el suelo de una nave industrial, con unas dimensiones de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de altura interior.
El secuestrado sólo podía dar tres pasos en él, disponiendo unicamente de la luz de una pequeña bombilla y siendo alimentado durante su cautiverio solo con frutas y verduras sin salir jamas del habitáculo y haciendo sus necesidades fisiológicas en un orinal, en el que recibía también el agua para poder asearse.
Cuando fue rescatado había perdido 23 kilos así como la masa muscular y la densidad ósea, debido a la total carencia de ejercicio y la mala alimentación y como secuelas le quedaron durante años trastornos del sueño, estrés postraumático, ansiedad y depresión.
Pese a su duro cautiverio, Ortega Lara no sufrió el “síndrome de Estocolmo” ni se amedrantó, mostrándose frontalmente en contra del proceso de negociación emprendido por el gobierno con ETA y asistiendo a manifestaciones convocadas por Víctimas del Terrorismo en contra de tales negociaciones.
Uno de sus carceleros - Josu Uribetxeberría Bolinaga – en septiembre de 2012, es puesto en libertad, al padecer una dolencia supuestamente terminal, por la Audiencia Nacional contra el criterio de la Fiscalía y de la médico forense.
De esta forma, el tribunal, presidido por el magistrado Fernando Grande-Marlaska, desestimó el recurso de la Fiscalía que pidió revocar la excarcelación del terrorista, y toma la decisión después de haber recibido el último informe de la forense, en el que concluye que el preso no está terminal.
El 16 de enero de 2015, tres años después de la supuesta inmediatez de su muerte, Bolinaga muere en su casa de la localidad guipuzcoana de Arrasate, donde se encontraba.
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