Según el Armisticio de 1918, las fuerzas aliadas ocuparon Renania hasta el río Rin, aunque la ocupación duró poco más de 10 años, pues los aliados se retiraron en 1930, como muestra de buena voluntad hacia la República de Weimar alemana y su política de reconciliación.
En una clara violación al Tratado de Versalles, los franceses trataron de establecer la República de Renania, como un estado títere dependiente de Francia, pero el movimiento no tuvo mucho éxito y no fue acogido por la mayoría de la población.
Como el tratado también establecía la total desmilitarización de la zona, no se permitió que tropas alemanas se establecieran en ella, pero pese a prohibición el 8 de marzo de 1936 la Wehrmacht entró en Renania y aunque pudieron haber sido fácilmente detenidas, pues la mayoría de los soldados entró en bicicletas, el sentimiento contrario a una guerra fue más fuerte, y se toleró la violación.
Adolf Hitler, canciller desde fines de enero de 1933, había obtenido un control absoluto de Alemania y dado muestras al mundo - participación en la Guerra Civil española a favor del bando franquista, y rearme de la Wehrmacht - de su voluntad de superar la humillación de la derrota y devolver a su país a un puesto importante entre las grandes potencias.
Su proyecto autoritario y racista no era un secreto y había sido dejado patente para quien quisiera conocerlo desde que viera la luz en 1925 su autobiografía y manifiesto político en su libro Mein Kampf. “Mi lucha”.
Pero, Francia y Gran Bretaña prefirieron ignorar el peligro porque estaban agotadas tras la Gran Guerra, porque sus grandes corporaciones hacían negocios con el régimen nazi y porque preferían ver en Hitler, no una amenaza próxima sobre las democracias capitalistas, sino más bien quien contuviera la expansión soviética.
No faltaban quienes creyeran que Alemania había sido excesivamente castigada tras la derrota de 1918 y tenía derecho a ciertas reivindicaciones, e ingenuos que - contra toda evidencia- preferían calificar al Führer como un “hombre de honor” capaz de honrar sus promesas.
Hitler calibró acertadamente la escasa disposición de los antiguos vencedores de 1918, a oponérsele con energía y en marzo de 1936 concretó un rápido e inesperado retorno, de las tropas alemanas a Renania.
Sin embargo, el mismo Hitler había indicado a sus tropas, que si el ejército francés les detenía, regresaran a Alemania, pero la ocupación tuvo mucho éxito entre la población local, debido al resurgimiento del nacionalismo alemán y al resentimiento contra los aliados.
Durante la Segunda Guerra Mundial en 1944 y 1945, los alemanes fueron desalojados de Renania, en una campaña que costó 24.000 bajas en el ejército estadounidense, y el 7 de marzo de 1945 capturaron el último puente sobre el Rin y las batallas por la región habían terminado.
Renania constituye hoy una de las zonas industriales de mayor pujanza de Alemania y de la cultura del país, sus habitantes tienen fama de llevar un estilo de vida desenfadado, caracterizado por la tradición de los carnavales y las canciones locales.
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