martes, 5 de marzo de 2019

Orígenes históricos de la Feria de Sevilla


Tal día como hoy, 5 de marzo del 1847, la reina Isabel II autorizó la celebración de la Feria de Abril, una fiesta de primavera organizada en la ciudad de Sevilla, que acoge anualmente a más de 500.000 visitantes cada día y que debido a su impacto económico y social, fue declarada “Fiesta de Interés Turístico Internacional”.

Durante la Baja Edad Media, en una Europa en la que las ferias ligadas a los mercados, especialmente de ganado y productos agrícolas, ganaban importancia, el rey español Alfonso X “el Sabio” otorgaba el 18 de marzo de 1254 a Sevilla, la facultad de celebrar dos ferias anuales, una en abril y otra en septiembre, coincidiendo con la fiesta de San Miguel, lo cual sería  el origen primitivo de lo que hoy se conoce como Feria de Abril o Feria de Sevilla.

Sin embargo, no sería hasta 1846 cuando la Feria cobrase la forma y significado que actualmente tiene. El 25 de agosto de ese año, dos empresarios y concejales de la ciudad, Narciso Bonaplata y José María de Ybarra, redactaron una propuesta para que Sevilla celebrase una feria agrícola y ganadera, que rescatase la tradición de la cédula firmada por Alfonso X.

El alcalde de la ciudad, conde de Montelirios, fijó la Feria para los días 18, 19 y 20 de abril del año siguiente, para que se celebrara después de la Feria de Carmona pero antes de la de Mairena del Alcor, ambas localidades cercanas.

El 5 de marzo de 1847 la reina Isabel II firmaba el decreto que autorizaba el evento y el citado 18 de abril quedaba inaugurado, siendo el Prado de San Sebastián el recinto donde se congregaron hasta 25.000 visitantes, lo que significó un éxito rotundo.

Sevilla decidió seguir apostando por esta celebración, y el festejo fue cobrando más importancia que el aspecto comercial, hasta el punto de que en 1850 ya se autorizó que hubiera casetas, cuyo origen está en los establos con los animales con los que se comerciaba y en las que se dispensaban bebidas y viandas y acabó por otorgar licencias a tabernas y quioscos, para la diversión en la Feria.

Entrado el siglo XX, la Feria se centra el festejo y deja el aspecto ganadero y comercial en otras ferias. En 1896 se colocó la Pasarela, estructura de hierro que hacía las veces de pórtico al recinto y a la que en 1906 se incorporó el alumbrado eléctrico y a partir de 192, se instaló anualmente una gran puerta de entrada, que es iluminada cada noche y que supone la tradición del “alumbrao”, que da comienza a la Feria a las doce la noche del día que comienza.

Las casetas particulares tienen ambiente familiar, se reúnen los amigos y familiares, aunque es fácil que inviten a entrar. Pero si preferís las públicas, están abiertas para todo el mundo entre las 12 de la mañana y las 3 de la madrugada. También existen grupos improvisados que se arrancan a cantar y bailar en plena calle, a los que se puede unir cualquiera que pase por allí.

Durante el día se pueden ver gente con trajes camperos paseando a pie, a caballo o en carruaje, siendo costumbre salir a tomar el aperitivo y disfrutar de la gastronomía andaluza como el “pescaíto” frito.

Para vivir  la fiesta en su totalidad, la tradición manda ver los toros en la plaza de la Maestranza y por la noche las casetas se animan más si cabe, suenan las sevillanas y el flamenco en todas ellas y ya de madrugada, es típico comer churros o buñuelos andaluces para renovar fuerzas.

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