Tal día como hoy 20 de junio del año 451 tiene lugar la “Batalla de los Campos Cataláunicos”, entre los hunos de Atila y los romanos del general Aecio.
El lugar donde se piensa que tuvo lugar fue en el norte francés, en la margen izquierda del río Marne, del que se desconoce la ubicación exacta y el enfrentamiento es considerado como la última acción de envergadura del ejército romano.
Las noticias de Atila, sus saqueos y la destrucción que había sufrido a sus manos el Imperio de Oriente, habían llegado a occidente y el terror a su figura era una realidad tanto para el pueblo como para los militares.
Con la excusa de expulsar a los visigodos, Atila se dirigíó a la Galia, comenzando a saquear ciudades como Metz, Reims o Amiens, aunque su intención era apoderarse de los territorios del Imperio de Occidente.
Mientras, el general romano Aecio consiguió una alianza con los visigodos - sus antiguos enemigos - para luchar conjuntamente contra él y, un ejército confederado de romanos, visigodos y otros pueblos se dirigió hacia el norte, para enfrentarse con el “Azote de Dios” y sus hordas.
La batalla fue una carnicería y se prolongó durante todo la jornada siendo adversa a los hunos, que huyeron a su campamento dejando tras de sí entre veinte y treinta mil cadáveres. Sin embargo los aliados – también con miles de bajas - no iniciaron el contraataque quizás - según los historiadores - porque Aecio pensó que destruyendo a los hunos, los visigodos se crecerían.
Aunque se había roto el aura invencible de Atila, el año 452 volvió de nuevo con más fuerza que nunca a conquistar Italia, y tras un encuentro con el Papa León I - sin saberse por qué - decidió retirarse tras el Danubio.
El General Aecio fue uno de los más brillantes genios militares en la historia de Roma, siendo conocido como “el último de los romanos” será recordado por esta batalla, donde logró una victoria moral sobre el ejército huno, que no pudo doblegar a las fuerzas coligadas de romanos, francos, alanos y visigodos.
Un año más tarde el día de su boda, murió Atila de una simple hemorragia nasal, al dormirse boca arriba y al estar bebido, ahogarse con su propia sangre.
A su muerte, sus tres hijos iniciaron una guerra entre ellos y su reino acabó desmembrándose, acabando esta amenaza para Occidente.
A estas gentes de las guerras: Cada cual les puede llamar como mejor crea conveniente, valientes, conquistadores y cualquier otra cosa que se les ocurra llamarles. Yo… directamente les llamo avasalladores de las gentes inocentes y humildes. Todos ellos, antes, ahora y después, actúan: acodiciados por sus avaricias.
ResponderEliminarManuel López ,te doy toda la razón del mundo....Todos aquellos que actúan contra sus homónimos es por avaricia ,por el poder ,o por vanagloriarse antes la sinrazón
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