martes, 21 de junio de 2016

La pareja


LA PAREJA

Hace años, cuando se hablaba de parejas, todo el mundo generalmente entendía dos casos, las formadas por un macho y una hembra, fuesen de la especie que fuesen, y las de la Guardia Civil.

No obstante, como los tiempos cambian a mayor velocidad, de lo que los humanos podemos asumir, ahora, al hablar de parejas, debemos matizar si estas son de hombre-mujer, hombre-hombre, mujer- mujer, u otra combinación aun por determinar.

Y es que de aquí a poco, no ya las parejas, sino que ni tan siquiera los matrimonios, estarán formados por hombres y mujeres, como lo estuvieron toda la vida, y podrán constituirse con personas del mismo sexo, y con una finalidad solo afectiva, ya que la antigua, cifrada en la procreación, se me ocurre – en el actual estado de evolución científica – un poco difícil.

No es descartable – sin embargo - que, con el tiempo, un matrimonio formado por – pongamos por caso – Cipriano y Eleuterio, de frutos tangibles, en forma de rorros llorones y meones, pero como esto por el momento corresponde a la ciencia-ficción, continuaremos con  nuestra historia.

El radical cambio producido, tiene - como todo en la vida - raíces lógicas. En la antigüedad, el tener hijos era una garantía de supervivencia, pues a más brazos para trabajar, había más posibilidades de sobrevivir, sin embargo en nuestro sofisticado y modernísimo siglo XXI, los hijos se han convertido en una carga, y cada vez se procuran tener menos, y la pareja, que antes se dirigía fundamentalmente al fin procreativo, se encamina ahora a satisfacer sentimientos, y, en este punto, cualquier ser – con independencia de su sexo - puede colmar la necesidad de afecto, de otro.

Lo que suele ocurrir, es que mucha gente confunde la velocidad con el tocino, y sucede lo que le pasó a una amiga, que inmersa en un proceso depresivo, le preguntaron si su vida afectiva era satisfactoria, a lo que respondió enojada, que esas preguntas no se hacían, confundiendo –como casi todo el mundo - amor con sexo, pues la afectividad amorosa puede colmarla un jilguero, con el que – sin embargo – es muy difícil poder mantener relaciones sexuales.

Pero me temo - amigo lector - que he acabado alejándome del tema, ya que de lo que trata la historia es de parejas, y sobre todo, de una en concreto.

Él se llamaba Manuel, era fornido, de ademanes bruscos y descarnado lenguaje, en el que solía intercalar – con la menor excusa - juros y palabrotas, fumaba como una chimenea, y sus formas eran tan varoniles, que destacaba, por ellas, entre los demás hombres.

Quería con locura a su pareja, Antonia, mujer de aspecto sofisticado y un tanto extraño, que ya desde las siete de la mañana estaba peinada, acicalada y pintada, como si de una corista se tratase. Su belleza, sin embargo, era rara pues tenía rasgos con perfiles masculinos, y la cara sombreada por una infinitud de poros, en donde, y pese a la diaria depilación que se hacía, pugnaban por emerger, pelos afilados como escarpias.

Ambos regentaban una pescadería en un mercado del Bajo Llobregat, y siempre que podían, e incluso cuando no podían, se hacían carantoñas y arrumacos, ante sus clientes, evidenciando delante de todos, lo mucho que se querían, y cuanto estaban el uno por el otro.

Un día, se encontraba Manuel en la barra del bar, rodeado de un grupo de trabajadores del mercado, hablando de cosas de hombres, cuando de improviso su cara se tornó lívida, cayendo seguidamente al suelo, privado de sentido. Todos acudieron a auxiliarle de inmediato, y entre trago de agua por aquí, y lingotazo de coñac por allá, pocos minutos más tarde había recuperado su animo de siempre.
¿Le ha pasado esto alguna otra vez...? Pregunté alarmado al dueño del bar – Una vez al mes – me contestó, mientras agregaba - cada vez que le viene la regla... naturalmente.

Al principio pensé que bromeaba, es más, que me estaba tomando el pelo, luego tras asegurarme que no, me contó con detalle toda la historia. Manuel era en realidad Manuela, y Antonia era Antonio, y llevaban en esta - por demás extraña coyunda - más de diez años, y contra lo que en contra se pudiese pensar, en una modélica relación, tanto laboral como de pareja.

Mi curiosidad es – terminó el tabernero, una vez que me hubo relatado la historia con pelos y señales – como se lo montarán los dos en la cama...

Tras corta reflexión concluí para mí que – con  total seguridad - lo harán como todo el mundo...

J.M. Hidalgo (Historias de Gente Singular) 
       

No hay comentarios:

Publicar un comentario