Relación efemérides históricas; cuentos, reflexiones, poesias...
jueves, 23 de junio de 2016
El Tratado de Sahagún
Tal día como hoy, 23 de junio de 1158, Sancho III de Castilla y Fernando II de León firman el Tratado de Sahagún, para repartirse las zonas de reconquista de los territorios de la España musulmana, pero la temprana muerte de Sancho dio al traste con tal convenio
Según los términos del acuerdo, ambos firmantes consentían en darse ayuda mutua y si alguno de ellos moría sin descendencia, su reino sería ocupado por el superviviente; los territorios que en el futuro fueran conquistados a los musulmanes se repartirían entre ambos, perteneciendo al reino de León desde Niebla hasta Lisboa, quedando el resto para el reino de Castilla.
También acordaron atacar al reino de Portugal, y repartírselo y aunque al parecer nunca pretendió Sancho III fue la anexión de León, la muerte prematura de éste, más el poderío militar de Alfonso I de Portugal, que llegó a ocupar la comarca de Toroño en Galicia, impidió la puesta en práctica del tratado de Sahagún proyectado hacia la conquista de la España musulmana.
La muerte de Sancho III, a finales de agosto del mismo año y su sucesión por Alfonso VIII, menor de edad, serían aprovechadas por Fernando II para extender sus dominios hacia territorio castellano, dejando sin efecto el tratado.
También su muerte privó, tanto a leoneses como a castellanos de mejores relaciones, lo que no consiguió el sucesor al trono de Castilla, el hijo del rey fallecido, quien se proclamó rey tan sólo con tres años e infinitas disputas entre las casas de los Castro y los Lara por su tutela y regencia.
Manrique Pérez, se apoderó del niño monarca en 1161, y a caballo los fieles a él se lo llevaron y lo refugiaron dentro de Ávila, y allí, bajo la guardia fiel de los naturales se crió el futuro “martillo” de los almohades y enemigo acérrimo del último rey leonés.
La paz obligada e impuesta, no era más que una paz de mentiras, una distancia infinita llena de desconfiados, de abismos repletos de recelos, de débiles soldaduras, de fantasías y fantasiosos y todo acabó como había de acabar, es decir, sin concluir en nada positivo para los intereses de la reconquista.
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