martes, 28 de junio de 2016

Ingleses, inmigrantes, "Brexit" y subvenciones

Al poco tiempo de estrenar nuestra democracia, tuve ocasión de recibir en el Aeropuerto de Barcelona a una comisión oficial de la policía londinense - los Bobbies - que vinieron, con sus flamantes uniformes y característicos cascos de trabajo, en una visita de intercambio entre países miembros de la Unión Europea.

Siempre había sentido admiración por la forma de actuar de mis colegas británicos, sobre todo por el hecho de que en sus intervenciones iban desarmados, cosa impensable en nuestro país.

Con mi “inglés aeroportuario” – muy parecido al de las películas de Tarzán – indagué del Inspector Jefe que estaba al mando, como podían actuar con tanta seguridad en esas condiciones, a lo que el responsable aludido - con un evidente sentimiento de superioridad que se traslucía al hablar - aclaró : - “We impose the words...” de lo que más o menos entendí - “Nosotros nos imponemos con las palabras...”. Con lo cual me sentí definitivamente planchado y a la altura del betún...

Han trascurrido más de treinta años desde entonces y por lo que hemos podido observar desde hace un  tiempo, las palabras no resultan ya suficientes para imponer el orden en las calles de Londres ni en otras ciudades del Reino Unido.

Hace unos años ya se dio el primer aviso, produciéndose muertos en disturbios, ¡muertos, lo que entonces parecía impensable..! Pero los que aún recordamos las palabras del inglés, comprendemos que entre la realidad social sobre la que se proyectaba su acción hace esos treinta años y la que existe en la actualidad,  media un abismo...

Desde que el estallido de violencia se produjo, políticos, sociólogos, criminólogos,  economistas y comentaristas de sucesos, se  lanzaron a dar explicaciones sobre las causas del estallido.

Ninguna me pareció satisfactoria de forma plena, porque la realidad de la calle, lo que se veía en las filmaciones de los altercados, eran jóvenes todos parecidos, vestidos con ropa de marca, “culera” del pantalón a la altura de la rodillas y gestos ofensivos y retadores ante las cámaras y la policía.

Durante los motines, no se expoliaron comercios de alimentación. No era por tanto por hambre por lo que parecía moverse, ni tampoco pertenecían a una raza o grupo concreto y definido. Eran ingleses, blancos, negros o de otras razas, que asaltaban y desvalijaban comercios fundamentalmente de telefonía móvil, televisores de plasma y ropa de marca...

Cuando en 1789 se asaltó la Bastilla, el pan había alcanzado ese día el precio más alto de su historia en las panaderías de París. Esta si era una revuelta del hambre...

Fue en boca de una modesta trabajadora social, que no quiso identificarse, de la que - en mi opinión – oí la principal clave del problema pues muchos de los revoltosos proveían de los barrios en donde ella prestaba sus servicios y sus declaraciones me  resultaron demoledoras y esclarecedoras.

“Hay familias a las que atiendo, muchas extranjeras – dijo – en las que hace tres generaciones que nadie trabaja y viven todos de las subvenciones... Las ayudas abarcan la vivienda, el embarazo, los gastos de la escuela, el ser viudo o viuda, divorciado o separado. Se dan por enfermedad, por desempleo, para costearse el alquiler, para mantener un hijo, por el cuidado de alguna persona mayor, por incapacidad, por un nacimiento, para el funeral, por ser estudiante... Cheques para comprar verduras, leche,  frutas  y otros alimentos...

El problema – concluía - es que hay gente que realmente lo precisa, pero hay muchos otros que simplemente han descubierto en ellas una forma de vivir sin trabajar, y esta cultura de que todo llegue de Estado, se ha convertido ya en un derecho, y como la crisis ha recortado prestaciones, pasa esto...”

Cuando se asume que vivir a costa de los demás es un derecho, la revolución está servida y uno, puede llegar a entender que haya quien piense, que en el "brexit" - huir de Europa y de su politica de  inmigración - está la solución.

No creo que ninguna de las palabras que ahora digan, ni políticos ni Bobbies, pueda cambiar esto ya...
 
J. M. Hidalgo

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