Tal día como hoy, 20 de diciembre de 1973, la banda terrorista ETA cometía un atentado en la calle madrileña de Claudio Coello, que acababa con la vida del presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco.
El atentado, que sería denominado por ETA "Operación Ogro", fue perpetrado según la versión oficial, por tres miembros de ETA. La explosión hizo que el vehículo en el que viajaba Luis Carrero Blanco, saltase literalmente por los aires, poco después de salir de misa de la Iglesia de los Padres Jesuitas, de San Francisco de Borja.
Medios de la época, recogieron que la potencia de la explosión fue tal que el automóvil voló por los aires, chocó en la cornisa superior de la residencia de los Jesuita, y fue a caer dentro de un patio.
Los explosivos detonados, también provocaron graves daños en el lugar de la explosión, desde vehículos y edificios cercanos hasta un enorme cráter, en la calzada de la calle Claudio Coello de Madrid, cerca del cruce con la calle Maldonado.
El vehículo en el que iba el almirante Luis Carrero Blanco, acabó totalmente destrozado. En su interior también se encontraban su chófer y un inspector de la Policía, que se encargaba de forma habitual de su seguridad personal, ambos murieron en el acto.
Luis Carrero Blanco seguía con vida, cuando las autoridades llegaron hasta el lugar del atentado. Fue trasladado de emergencia a un hospital de la capital, lugar donde murió escasos minutos después de su llegada.
El cadáver de Luis Carrero Blanco, fue trasladado en una ambulancia a la sede de la Presidencia del Gobierno, donde se instaló la capilla ardiente. A la mañana siguiente se celebró su funeral. A él asistieron los entonces príncipes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, así como numerosas personalidade, de importante relevancia como el vicepresidente de Estados Unidos, Gerald Ford.
La muerte de Luis Carrero Blanco, provocó un hondo impacto en la clase dirigente y en la población española, también en la oposición antifranquista, pues se abría así un espacio lleno de incertidumbre. “No estalla el pánico, pero se instala el miedo. Y el silencio”, llegaron a escribir periodistas de la época.
Aunque la mayoría, de los responsables del atentado fueron detenidos, nunca llegaron a sentarse en el banquillo, ya que se beneficiaron de la amnistía de 1977, por lo que quedaron en libertad, aunque decidieron seguir integrados en la banda.
La desaparición de Carrero Blanco tuvo numerosas implicaciones políticas, en un momento en que se hacía evidente la decadencia física del dictador y, con ello, el agravamiento de los primeros signos de descomposición del aparato franquista, que se venían manifestando en los últimos años.
Los sectores más inmovilistas del franquismo —el denominado "búnker"— salieron reforzados de este suceso y lograron influir a Franco, para que nombrara como sucesor de Carrero a un miembro de la línea dura, Carlos Arias Navarro. Por su parte, ETA dio con este atentado, un salto cualitativo en sus acciones armadas y se convirtió así, en uno de los principales actores de la oposición, al franquismo.
Cinco años después del magnicidio, el 21 de diciembre de 1978, un coche bomba acabó en Anglet (Francia) con la vida del etarra Argala.
El atentado, cometido por elementos parapoliciales y de ultraderecha y reivindicado por el Batallón Vasco Español, tenía claros síntomas de ser una venganza, haciendo que el coche del etarra, el hombre que apretó el interruptor, para que estallara la carga explosiva en la calle Claudio Coello, volara por los aires igual que lo hizo el del almirante Luis Carrero Blanco, cinco años atrás.
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