Tal día como hoy, 5 de diciembre de 1918, comenzaba el tercer y último Gobierno, del conde de Romanones.
Hijo de uno de los hombres más ricos de España, el marqués de Villamejor, el conde de Romanones, estudió derecho en Madrid y Bolonia. En 1890 se inició en la política municipal de Madrid, ciudad de la que fue nombrado alcalde en 1894 y 1898.
Sin abandonar el negocio familiar, el conde de Romanones, aprovechando las divisiones internas del Partido Liberal, tras el fallecimiento de Sagasta, se lanzó a una política más ambiciosa como jefe de facción, a escala nacional.
Fue un maestro en el manejo del caciquismo, en la manipulación electoral y en las componendas típicas, de la política oligárquica de la Restauración. Además, su buen entendimiento con Alfonso XIII, reforzó su liderazgo en el partido, que no obstante hubo de compartir con su rival, Manuel García Prieto.
Considerado en su época, como uno de los grandes terratenientes de España, estuvo estrechamente ligado, a los capitales franceses y sería accionista de importantes, empresas españolas de la época, como Peñarroya, Minas del Rif, ferrocarriles, etc. Ostentó el título nobiliario de I conde de Romanones.
El conde de Romanones, pasó por casi todas las carteras ministeriales y presidió el Gobierno de España en tres ocasiones. Después del golpe de Estado de Primo de Rivera, que acabó con el régimen constitucional, el conde de Romanones se atrevió a visitar al Rey, como último presidente del Senado para recordarle, su obligación de reunir las Cortes suspendidas por el dictador.
La negativa del Rey, no quebrantó su fe monárquica, ya que, tras la caída de Primo de Rivera, aceptó en 1931 formar un Gobierno, para intentar salvar la monarquía, restableciendo el sistema constitucional.
Fracasado también este objetivo, el conde de Romanones escoltó personalmente al Rey hacia su destierro, y siguió participando en política como diputado de las Cortes constituyentes, de la Segunda República Española, en donde defendió la figura del Rey destronado.
El estallido de la Guerra Civil Española, le sorprende en el País Vasco. A pesar de ser puesto bajo custodia por las autoridades, el conde de Romanones consiguió exiliarse en Francia.
Durante el conflicto, se convierte en seguidor de Francisco Franco y regresa a España en 1937, para ser uno de los veintidós miembros de la comisión que, presidida por Ildefonso Bellón, estuvo encargada de elaborar, un informe que trató de justificar la ilegimitidad, del Gobierno republicano.
Acabada la Guerra Civil Española, se ocupó de completar sus memorias, desarrollando actividades, relacionadas con la Real Academia de la Historia, y la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Fue procurador de las primeras Cortes franquistas, entre 1943 y 1946, en calidad de director, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aunque alejado de la primera línea de la política, hacia 1943 mantuvo contacto epistolar, con el pretendiente al trono de España, Juan de Borbón.
Falleció en Madrid, el 11 de septiembre de 1950.
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