martes, 12 de julio de 2016

Gente Singular (Consejos paternos)

CONSEJOS PATERNOS

Hay mucha gente que vive de forma exclusiva, pendiente de lo que piensen, digan u opinen los demás. Incluso hay estudios – con mucho futuro por cierto – sobre lo que supone el sentir general de la opinión pública, los cuales tanto los medios de comunicación, como los políticos, y en general todos los que viven a costa de los demás, siguen a pies juntillas.

Lo que voy a contar ahora, es un ejemplo de como algunos hacen un seguimiento riguroso de la opinión pública, entendida de forma individual y fue protagonizado, hace ya mucho tiempo - como algunas de estas historias –  por mi progenitor .

No tendría yo más de seis o siete años, cuando una tarde de principios de verano fui acompañando a mi padre, para “ayudarle” en sus labores del campo. Aquel día nos dirigimos a una finca, que tenía en régimen de aparcería en el término de Casablanquilla, no lejos de nuestro domicilio familiar, y una vez allí mi progenitor, provisto de pala y azada, se dispuso – naturalmente sin mi ayuda - a limpiar de zarzas,  una acequia que bordeaba la heredad, y que se usaba para regar esta.

No habían trascurrido ni diez minutos desde que empezara con la faena, cuando pasó por la cercana carretera un vecino que, tras saludarle al uso del campo, es decir interesarse por la salud de toda la familia y todo lo demás,  dijo a mi ascendiente

-.“Benito, ¿no sería mejor que hubieses empezado a limpiar la acequia de arriba hacia abajo, en lugar de como lo haces...?


Mi padre, tras corresponder de igual manera a saludo y conversación, le contestó.
- Si, estoy seguro que tienes razón... y tras unos segundos de charla, el vecino siguió su camino, sin que mi ascendiente modificase ni un ápice lo que hacía.

Al poco se acercó al lugar otro conocido, reproduciéndose la situación de manera casi idéntica a la anterior, si bien este - en el capítulo dedicado a los consejos -  dijo :
- Deberías hacer este trabajo por la mañana, que es cuando hace menos calor...a lo que mi padre en su mejor tono – contestó:
- Es muy posible que tengas razón en lo que dices... sin por ello dejar de hacer exactamente lo mismo que antes hacía.

Como la escena se reprodujo no menos de siete veces a lo largo de la tarde, y cada vez con distintas propuestas de actuación, e idéntico resultado final en cuanto al hacer de mi padre, en un rato en que estuvimos solos - movido por la curiosidad de mis pocos años-  le pregunté,.
¿Papá, como es que le dices a todos que sí a lo que te aconsejan, y sin embargo sigues haciendo lo mismo.?

Mi padre, apoyándose en el astil de la azada, extrajo de su bolsillo su petaca de cuero llena de tabaco de picadura, y su librito de papel de fumar, y - en tanto se secaba el sudor de la frente- se dispuso a liar un cigarro, con la maestría que él solía tener en tal cometido, pues era capaz de hacerlo con una sola mano.

Luego de acabado y prendido, con el encendedor de mecha y pedernal que siempre llevaba consigo y mientras empezaban a surgir las primeras volutas de humo, hizo una pausa en su labor sentándose en una piedra de la linde, para contarme una de sus interesantes historias.

Verás – empezó diciendo tras adoptar actitud de narrador – dicen que un día, un padre y un hijo, tuvieron que ir a la ciudad distante unos kilómetros, y muy temprano, vestidos con la ropa de los domingos, salieron a lomos de un borriquillo que tenían. -No habían recorrido ni un kilómetro, cuando se cruzaron con otro hombre, que en voz alta y  para que ellos lo oyeran comentó.
“Hay gente para todo.... ¿será posible...? los dos subidos encima del burro... y llevan al pobre animal destrozado...¡ hay que ver!

El padre - continuo narrando mi progenitor – se bajó de la acémila mientras permaneció subido en ella el hijo, y a poco se cruzaron con otro transeúnte, que nada más verlos espetó, en similar tono que el anterior.

“Hay gente para todo... ya se vé... el pobre padre, ya viejo y cansado, andando y el hijo joven y fuerte, subido en el burro.... ¡vivir para ver!

Mientras se deleitaba, dando profundas caladas a su artesanal cigarro, continuó:
Al oír esto – siguió narrando – se cambiaron uno por el otro, ocupando el padre el lugar del hijo a lomos del burro, mientras este marchaba a pie a su lado, y en ese momento se cruzaron con el tercer viandante.
-“Hay gente para todo... - comentó este - el pobre niño andando, y el padre, un hombre fuerte y sano, encima del burro ¡desde luego vaya padre...!”


-El padre y el hijo se miraron entonces, y buscando contentar a todos, decidieron hacer el resto del camino ambos a pie, llevando - a partir de ese momento- al burro del ronzal, y fue entonces, cuando se cruzaron con el cuarto ciudadano.
-Este último, sin poder contener la carcajada, exclamó. 
-“Desde luego hay gente para todo.... ¿serán idiotas...? ¿pues no va el burro vació y ellos andando ...?

   
Mientras daba las últimas inhalaciones a la colilla a que se había reducido su cigarro, y reiniciaba de nuevo su labor - de igual forma a como lo había estado haciendo durante toda la tarde - me dijo en tanto me acariciaba cariñosamente la cabeza.
    
-Hijo...¿has entendido ahora porque sigo haciendo lo que hago, pese a lo que cada uno opine ?...
- y tras una pausa concluyó - porque es lo que creo que debo hacer...

Los niños, son pequeños pero no tontos, en realidad pienso que son los menos tontos de los humanos, y al cuento nada le dije, pues estaba seguro de que él, tampoco esperaba que lo hiciese...

Han transcurrido mas de sesenta años de lo que ahora narro y para mi sigue teniendo la historia tanta vigencia como entonces la tuvo.

No sé - amigo lector – cual será tu opinión sobre ella, pero quiero decirte que sea cual sea, estoy persuadido de que – seguramente - tienes razón...
 
J.M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)

No hay comentarios:

Publicar un comentario