Tal día como hoy 15 de julio de 1799 se descubre en Egipto la “Piedra de Rosetta”, que permitirá descifrar los jeroglíficos egipcios.
Mientras construían posiciones defensivas cerca de Rashid -antigua Rosetta-, una pequeña ciudad en las afueras de Alejandría, un soldado del ejército de Napoleón descubrió una piedra negra de basalto, de 1,18 metros de largo por 73,1 centímetros de ancho, con tres nítidas bandas de grabados
Esta piedra es un fragmento de una antigua estela egipcia de diorita de un decreto del año 196 a. C. dictado por el faraón Ptolomeo V, la cual fue probablemente trasladada a aquel lugar y usada como material de construcción de un fuerte cerca de la localidad de Rashid, en el delta del Nilo.
El decreto aparece en tres escrituras distintas: en jeroglíficos egipcios, en escritura demótica y en griego antiguo, reproduciendo el mismo contenido en las tres inscripciones, por lo que esta piedra- gracias a la interpretación que de ella hizo el egiptólogo francés Jean-François Champollion - facilitó la clave para el entendimiento moderno de los jeroglíficos egipcios.
Fue hallada durante la campaña en Egipto y cuando las tropas británicas derrotaron a las francesas en 1801, la piedra original acabó en posesión inglesa.
Transportada a Londres, está expuesta en la actualidad en el Museo Británico y aunque más tarde se descubrieron dos copias del mismo decreto, y hoy se conocen varias inscripciones egipcias bilingües y trilingües, la piedra de Rosetta fue un referente fundamental para el entendimiento de la civilización del Antiguo Egipto, hasta tal punto que el término «Piedra de Rosetta» es usado en cualquier otro contexto, para definir una clave que permita acceder al conocimiento.
Desde su hallazgo, la piedra ha sido objeto de rivalidades nacionales, incluida su transferencia de manos francesas a británicas durante las guerras napoleónicas y desde 2003 existe demandas para el retorno de la estela a Egipto, que - por lógica - es donde debería estar.
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