Tal día como hoy 18 de julio del 387 a. C. - según modernas estimaciones - el caudillo galo Breno toma la ciudad de Roma.
Los galos eran pueblos que habitaron lo que hoy es Francia, Bélgica, el oeste de Suiza y las zonas de Holanda y Alemania al oeste del Rin.
Los griegos los llamaron celtas, hasta que los romanos cambiaron su denominación por la de “galos” y a la gran región en que habitaban, “La Galia”.
Breno fue un jefe de la tribu gala de los senones, que alrededor del año 400 a. C., lograron cruzar los Alpes y tras vencer a otras tribus, se asentaron en la costa este de Italia, en la que los romanos llamaron “ager gallicus” -campo de galos - con su capital en la actual Senigallia.
Cuando poco más tarde invadieron Etruria, su población pidió ayuda a Roma y la intervención de esta se saldó con una derrota romana en la batalla de Alia.
Tras esta batalla, Breno dirigió su ejército contra la ciudad de Roma logrando tomar la capital salvo la colina Capitolina, que resistió sus ataques.
Al ver su ciudad devastada, los romanos trataron de comprar la paz pagando mil libras de oro (unos 327 kg).
Breno accedió a negociar su retirada mediante el rescate, pero cuando los romanos percibieron que los galos habían amañado de manera fraudulenta la balanza en que pesaban el oro, protestaron ante él, quien se limitó a arrojar su espada para añadirla su peso de la balanza mientras decía; “Vae victis!” (¡Ay del vencido...!)
Según la leyenda, en ese momento llegó a Roma el dictador Marco Furio Camilo con un ejército y exclamó: “Non aurum, sed ferro, recuperanda est patriae”. (No es el oro, sino el acero, lo que recupera la patria), atacando y derrotando a los galos.
Sea como fuere el final, la histórica frase de Breno, ha sobrevivido hasta nuestros días, habiendo quedado para hacer notar la impotencia del vencido ante el vencedor, sobre todo en las negociaciones que puedan establecer después entre ambos.
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