Tal día como hoy de 4 Abril de 1453, por orden del rey Juan II es apresado el condestable de Castilla, don Álvaro de Luna.
Álvaro de Luna, fue un noble castellano de la casa de Luna y valido del rey Juan II de Castilla, huérfano de padre, se mostraban serias dudas de paternidad, pues su madre tuvo relaciones con otros hombres con los que tuvo otros hijos, como el futuro arzobispo de Toledo Juan de Cerezuela, que siempre protegió a Álvaro, siendo cuidado en su infancia por su tío abuelo, el antipapa Benedicto XIII, conocido como el “Papa Luna”.
Introducido en la corte de Juan II como paje, pronto consiguió gran ascendencia sobre el rey y supo maniobrar hasta convertirse en persona muy importante en la corte, lo que la superstición de entonces atribuyó a “un hechizo”, siendo un “aceptable caballero, habilidoso lancero, buen poeta y elegante prosista”.
Era aquel, un periodo de conflictos constante por las coaliciones de nobles pretextando una, “perniciosa influencia del favorito”, que realmente trataban de convertir al rey en un juguete para sus intereses y por ello, Álvaro de Luna que fue varias veces expulsado de la corte por facciones nobiliarias, logró sin embargo acabar de forma victoriosa la guerra con Aragón, iniciada en 1429, expulsando a los aragoneses de Castilla y esto le dio mucha fuerza.
En 1445, los nobles, principales enemigos de Álvaro, fueron derrotados en la Batalla de Olmedo y él, nombrado condestable de Castilla y recibió también el título de Gran Maestre de Santiago, aunque todo su gigantesco poder, solo se basaba en el afecto del rey, hasta que la segunda esposa del monarca, Isabel de Portugal – madre de Isabel “la católica” - temerosa del inmenso poder del condestable, influyó con insistencia en su marido para prescindir de Alvaro.
Así, en 1453, el rey cedió y detuvo al condestable en Burgos siendo trasladado al Castillo de Portillo, mientras su esposa y su hijo pidieron ayuda al Papa, por ser la Orden de Santiago protegida papal, mientras eran reprimidos por las armas los partidarios del condestable.
En junio se le trasladó a Valladolid, siendo juzgado y condenado en una especie de juicio que no era más que una parodia de justicia, siendo públicamente decapitado en la plaza Mayor de Valladolid el 2 o 3 de junio de 1453.
La gente de Valladolid y algunos nobles, le enterraron en un convento, donde él había dejado dicho la noche anterior a su muerte que lo hicieran y luego, por un fiel servidor suyo, trasladados sus restos a Toledo, donde fue enterrado en su catedral con otros miembros de su familia.
Su esposa Juana Pimentel, al conocer su muerte, rindió el Castillo de Escalona donde se alojaba a las tropas reales y desde entonces y hasta que murió, firmaría sus documentos como “La Triste Condesa”, en un lamento por la ejecución de su marido.
En la historiografía, Álvaro de Luna ha sido juzgado de diversas formas, pues para algunos fue solo un ambicioso favorito, en su propio interés, mientras para otros un fiel servidor del rey, que intentó siempre reforzar la autoridad del monarca, sin cuya fuerza, Castilla estaba condenada a la anarquía y que aunque buscase su propio beneficio, puso siempre por delante, lo mejor de su esfuerzo contra los avariciosos nobles.
Se ha llegado a decir, por personas tan competentes como el doctor Gregorio Marañón, que su íntima amistad con el rey, se debía a que mantenían relaciones homosexuales con el monarca, lo cual no deja de ser otra especulación, pese a la autoridad de quien lo sostiene, debido a que no existen claras evidencias de ello.
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