Tengo por cierto, que en el mundo de la delincuencia, los estafadores constituyen la élite. Algunos de ellos, los que trabajan la modalidad denominada “de cuento largo,” que es aquella, en la que para engañar a su víctima, urden una compleja historia, evidencian tales dotes de actores, que ya las quisieran para si, algunos de los que se dedican - como profesionales - al arte de Talía.
Al escribir esta historia, estoy pensando en Nicolás. Se le conoce, en el mundo del hampa en donde se mueve, con al apelativo cariñoso de Nico, y es que, cuando le ves por primera vez, tu sensación es la de hallarte ante una persona, necesitada de protección. Nico pasa de los veintiocho años, pero difícilmente alguien puede pensar que tenga más de diecisiete.
De cara dulce, ademanes suaves y aspecto aniñado, parece no haber roto un plato en su vida, y ser además, incapaz de hacerlo.
Cuando la policía le interroga sobre como ha realizado tal o cual fechoría, si el agente no está avezado a tipos como él, le lleva fácilmente a su terreno, porque Nico, puede llorar como una Magdalena, o dar muestras de arrepentimiento, capaces de romper el corazón de una hiena, aunque segundos más tarde, también pueda reír, o jurar - por la salud de sus ancestros - que es inocente de todo lo que le acusan.
Nico, de haber querido, seguramente habría hecho furor en los escenarios, interpretando en el más puro estilo lorquiano, cualquier drama de la vida, pero lo que a él realmente le gusta es representar la vida, en clave de drama.
Sus víctimas, suelen ser siempre personas de la segunda o tercera edad, a los que previamente ha investigado, sobre sus familiares, donde viven, y el grado de afinidad que con ellos mantienen, y una vez con estos datos en su poder, llama a su puerta.
- Buenos días fulano…. ¿Cómo estás?, ¡No sabes las ganas que tenía de conocerte!
El aludido, sorprendido por tanta familiaridad, responde en forma mecánica que se encuentra bien, intentando mientras habla, establecer algún nexo mental de conocimiento, con su simpático visitante.
-¿No me conoces? - pregunta Nico simulando extrañeza - y sin dar tiempo a respuesta continúa. Es natural… - se contesta así mismo - soy Genaro, el hijo de tu hermano Elías, el de las Pedrizas… El más pequeño, al que no llegaste a conocer cuando te viniste a Barcelona… y sigue hablando en tono coloquial, aportando un rosario de datos sobre su supuesto padre, la relación con el visitado, y un sinfín de otras cosas, que acaban por vencer la inicial resistencia de su interlocutor.
-¡Que alegría verte Genaro! - termina por decir el aludido - y ¿cómo está mi hermano? - pregunta ya en un tono familiar, el confiando “pariente”
- ¡Ay! - exclama entonces Nico, con expresión lastimera - ese ha sido el principal motivo de venir hoy a verte. Me acaban de avisar, que esta misma mañana le ha dado un infarto, y se encuentre en el hospital entre la vida y la muerte. Llamaré ahora mismo, a ver si ha evolucionado su estado.
Tras unos segundos de conversación con el supuesto hospital, la cara de Nico se ensombrece y hecho un mar de lágrimas - que generalmente contagia a su recién estrenado tío - le informa que acaban de comunicarle, que su padre - es decir su hermano - está en las últimas, y lo más seguro es que no vea la luz del día siguiente.
-¡Querido tío ayúdame, estoy sin dinero, pero no quisiera llegar cuando ya haya muerto! - explica a su ya casi segura víctima, que cartilla de ahorros en mano, le ofrece cuanto precise para el urgente y triste viaje.
Rara es la ocasión, en que Nico no sale del lance, con algo más de seiscientos euros en el bolsillo, dejando además al estafado, llorando por el drama familiar, aunque cuando este llama a casa del “enfermo”, se entera - a veces por él mismo - que está más sano que una pera, y que la última vez que pisó un hospital, fue el día del nacimiento de su último hijo, que tiene ya veinte años.
Pero Nico, que puede repetir la historia de idéntica o parecida forma, hasta diez veces en una semana, es un amante del riesgo.
Su más sonada estafa la protagonizó en su pueblo natal, en una provincia andaluza. En plena calle, se dirigió a un potentado del lugar, del que llegó a obtener - con el mismo procedimiento - más de tres mil euros.
Cuando, tras contarle la historia, se hallaban abrazados y llorando estafador y víctima, acertó a pasar por la calle, una mujer mayor que los conocía a ambos, y una vez se enteró del motivo de tanta lágrima, se dirigió al estafado para decirle.
-Tomás... que este no es tu sobrino… yo le conozco bien, y es el hijo de la Engracia, la del Camino Alto, que ya hace tiempo que se marchó del pueblo...
No obstante, el aludido, creído a pies juntillas del engaño, contestó llorando, y sin dejar de abrazar a Nico - ¡Que sabrás tú..., a ver si te crees que no voy a ser capaz de reconocer la voz de mi propia sangre…! y sin hacer caso a las razones que la mujer alegaba, continuó con su llanto, mientras “soltaba la mosca” a nuestro héroe.
Nico está ahora - y creo que durante largo tiempo - como inquilino permanente en una cárcel de Barcelona, porque más de una treintena de “parientes”, le reconocieron ante la policía sin dudar.
No obstante esto - amigo lector - si un día llama a tu puerta un joven de aspecto adolescente, que te dice que un pariente tuyo está muy enfermo… vigila muy estrechamente la cartera.
J. M. Hidalgo (Historias de gente singular )
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