Tal día como hoy, 10 de marzo del 988, según las crónicas, el conde Borrell de Barcelona rinde pleitesía al rey de los francos, lo cual ha sido cuestionado, pues se dice que en esos días el rey se encontraba luchando en una revuelta al norte de Francia.
Borrell II fue conde de Barcelona, Gerona ,Osona y Urgel y al retirarse su padre el conde Suniario I en 947, para entra en un convento cedió sus dominios a sus hijos Borrell y Miró, para que gobernasen juntos.
Este gobierno de ambos, se mantuvo hasta la muerte de Miró el 966, quedando Borrell como único conde y a diferencia de su padre que fue siempre guerrero, Borrell fue más diplomático y procuró mantener relaciones cordiales con sus poderosos vecinos: francos al norte y andalusís al sur y por ello, envió hasta cuatro embajadas a las cortes de Abd al-Rahman III y Al-Hakam II para firmar acuerdos de paz, a cambio de su obediencia y fidelidad al califa, lo que se rompió con Hisham I y sobre todo su visir Almanzor, caudillo que se propuso recuperar el esplendor militar de al-Ándalus.
Pese a todos sus esfuerzos, no pudo evitar librarse de las expediciones guerreras de Almanzor y en mayo del 985, un ejército musulmana al mando de este salió de Córdoba, arrasando todo el litoral mediterráneo hasta Tarragona y luego continuo a sangre y fuego hasta Barcelona mientras Borrell organizaba a la desesperada la defensa de sus territorios, no pudiendo evitar que monasterios como San Cucufate, San Pablo del Campo o San Pedro de las Puellas, fueran destruidos y sus monjes asesinados.
Los aterrados habitantes de Barcelona, se encerraron dentro de las murallas de su ciudad, que fue asediada el primero de julio y hasta el 6 de julio, en que fue asaltada y arrasada, consiguiendo Almanzor un gran botín y muchos cautivos, luego vendidos como esclavos o rescatados a cambio de importantes sumas de dinero.
El conde Borrell II tras su total derrota, que las crónicas bautizaron como “el día que Barcelona murió”, advirtió que de nada le había servido su sometiendo a Córdoba, continuando los años siguientes los ataques con la perdida de Tarragona, que no volvió a ser ocupada hasta 1118, por Ramón Berenguer III.
Borrell decidió entonces cambiar su política de alianzas y reiniciar relaciones con los francos, para lo cual ofreció al rey Lotario un juramento de fidelidad a cambio de auxilio militar, frente a ataques musulmanes, pero los francos estaban en medio de luchas internas y no atendieron las peticiones del conde barcelonés.
Dado que nadie respondió a su demanda, Borrell hubo de resistir solo y, cuando en el 987 el rey franco Hugo I Capeto quiso renovar los vínculos políticos, su respuesta fue el silencio, lo cual significó la independencia de la dinastía de Barcelona, no reconocida jurídicamente hasta el Tratado de Corbeil en 1258.
Por su parte, con la Santa Sede Borrell pretendía crear un arzobispado en Vic, ya que así, sometería a su control las autoridades eclesiásticas y rompería los lazos con el arzobispado de Narbona, de influencia franca, pero el asesinato del obispo Ató de Vic en 971, frustró su tentativa.
A partir de 988, compartió el gobierno con sus hijos Ramón Borrell y Ermengol y ambos comenzaron a gobernar en solitario en 992, en que se supone falleció Borrell II.
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