Tal día como hoy 21 de marzo de 1829, en Torrevieja - Alicante- se produce un terremoto de 6,6° en la escala de Richter, que sacudió la Vega Baja, causando 389 muertos y destruyendo más de 2.000 casas.
La escala sismológica de Richter, es una escala logarítmica arbitraria, que asigna un número para cuantificar la energía que libera un terremoto, entre la magnitud de entre 2,0 y 6,9, denominada así en honor del sismólogo estadounidense Charles Richter,.
La ciudad de Torrevieja, hasta el año 1802 era únicamente una antigua torre de guardia y vigilancia, de la cual proviene el nombre actual y al lado de esta, existían algunas casas de salineros.
No obstante, en 1803 el rey Carlos IV ordenó trasladar la administración de las Reales Salinas ubicadas hasta entonces en La Mata, al actual núcleo de Torrevieja, y se autorizó para ello la construcción de casas, que dieron lugar al nacimiento del pueblo
A partir de entonces, la producción y el comercio de la sal determinaron y organizaron la vida en este lugar, con preferencia a otras actividades, y su auge económico hizo que fuese convertida en ciudad en 1931 por privilegio otorgado por Alfonso XIII, pese a lo cual contaba con un deficiente fondeadero que dificultaba la carga de la sal, no haciendo el puerto hasta 1954, y convirtiéndose en uno de los puntos de exportación internacional del producto.
El terremoto que hoy se conmemora, se conoce como “Terremoto de Torrevieja de 1829” y fue de una gran violencia, abarcando diferentes localidades de la región y de la provincia de Alicante, y, aunque la ciudad más afectada resultó ser Almoradí, al ser más conocido mundialmente la ciudad de la sal, paso a denominarse con su nombre, pues era la mayor de las que sufrió sus efectos.
Según la historiografía local, el movimiento se inicio a las 18,15 horas de dicho día, con una intensidad de 6,6º en la escala sismológica, con epicentro en los núcleos de Benejúzar, Rojales y Torrevieja el cual causó 389 muertos, 209 heridos, unas 2.000 viviendas completamente destruidas y otras tantas dañadas, la destrucción de los puentes sobre el río Segura en Almoradí, Benejúzar, Dolores y Guardamar, y que extendió sus efectos más graves.
Además de a las poblaciones citadas en su epicentro, otras de la zona resultando en mayor o menor grado afectadas, acaeciendo la mitad de los fallecidos en Almoradí debido al hecho de que este pueblo el que tenia las calles más estrechas y paradójicamente edificios más altos, lo cual hizo que al derrumbarse estos unos sobre otros, enterrase bajo sus escombros a las personas que intentaban huir al campo o que permanecían en su interior, originando una gigantesca montaña de escombros.
La respuesta de España entere fue espectacularmente solidaria y a petición del Obispo de Orihuela, tras una carta que envió en petición de auxilio al rey, refiriéndole el estado de la situación, Fernando VII envió millón y medio de reales de su patrimonio particular, dando al mismo tiempo órdenes de envío urgente de cereal, mientras en una suscripción popular en diversas cuentas abiertas para ayudar a los damnificados, se alcanzaron una recaudación de ocho millones y medio de reales, con los cuales fue posible reconstruir los cascos urbanos de los municipios afectado, de una manera completa..
No fue ese sin embargo, el único terremoto de la zona, aunque si el más importante, pues entre 1820 y 1830, hubo un aumento de la incidencia y actividad sísmica en el sur de la provincia de Alicante, afectando a las fallas la de Benejúzar-Benijófar, la de Guardamar del Segura y la de Torrevieja.
Por una vez en su vida, el “rey felón, no fue tan felón...
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