Relación efemérides históricas; cuentos, reflexiones, poesias...
miércoles, 30 de marzo de 2016
El canónigo Morales
Francisco Morales García – nacido en Álora a mediados del siglo XIX - en sus ratos libres, era canónigo de la catedral de Málaga, vistiendo su cargo con toda la pompa y esplendor, de la que un clérigo de principios de siglo pasado era capaz, pero en realidad Morales, de lo que ejercía la mayor parte del tiempo era de cacique.
De haber nacido unos siglos atrás, hubiese sido sin duda, un señor de los de horca y cuchillo, pero la modernidad había suavizado - muy a su pesar- las maneras del canónigo.
Nada había en la política de la provincia, que se escapase a su control; nombraba y destituía concejales y alcaldes, encumbraba y defenestraba gobernadores, y poseía el secreto para que los diputados fuesen a la corte o saliesen de ella, con solo tocar unas cuantas teclas en su entramado de influencias y amistades.
Morales, pertenecía a una familia rica e influyente, y reunía en su persona la mayor parte de los tópicos que se atribuyen - en general falsamente - a los andaluces.
Gustaba de la buena mesa, tomaba vino con largueza, era incondicional de la siesta prolongada, hablador en demasía, más bien perezoso y según las malas lenguas - y pese a su condición de clérigo - amante del sexo opuesto, en cuya compañía parecía haber sido visto en múltiples ocasiones en actitudes poco decorosas, aunque nadie en público sostuvo jamás ser él, testigo de tales hechos.
Pero lo que caracterizaba al canónigo Morales - metido en religión por culpa de su difunta madre - era su afición a la política de misa y campanario, en la que se demostraba día a día como un auténtico maestro, tal como veremos.
En cierta ocasión, el gobernador civil de la provincia - que naturalmente debía el cargo a nuestro clérigo - estaba despachando con su secretario, los últimos nombramientos de alcaldes, y al llegar al del pueblo de Algaidas, el secretario advirtió a la primera autoridad provincial, que según sus informes, dicho señor no sabía leer ni escribir.
.-¿Cómo es posible tal cosa? - inquirió el gobernador - ¿Quién ha nombrado a este alcalde...?
.-El señor canónigo Morales, es quien ha recomendado su nombramiento, excelencia - contestó el secretario al que pareció superflua la aclaración.
.- ¡ Esto no puede ser ! - continuó el gobernador - Pídame audiencia para esta misma tarde, con el señor canónigo.-
El secretario, que había visto pasar por aquel despacho a más de un gobernador, no dijo nada y sonriéndose para sus adentros, concertó la cita.
Morales, recibió al gobernador en su suntuosa casa de la calle Mayor, y tras hacerle pasar al salón de visitas, en donde las sillas de los invitados, estaban situadas por debajo de la que ocupaba el clérigo, demandó de este, el motivo de su presencia allí.
.-Verá, señor canónigo, yo hace poco que soy gobernador, y nunca me he manifestado contrario a sus decisiones, pero en los últimos nombramientos de alcaldes, me han informado que el del pueblo de Algaidas - recomendado suyo - no sabe leer ni escribir.-
El canónigo se arrellanó en su butaca, y mirando fijamente al gobernador, con una socarrona sonrisa le dijo:
.-Precisamente por eso, porque no sabe leer ni escribir, le he nombrado alcalde de Algaidas, ya que si hubiese sabido hacerlo, le tenía pensado nombrar gobernador civil de la provincia.
El gobernador, que era nuevo en el cargo pero que no era tonto, tras besar el anillo del canónigo se excusó, y pidió dar por terminada la entrevista sin agregar nada más.
Morales, una vez solo, se recogió los manteos clericales, con el estilo que solía tener en tales menesteres, y tras colocar sobre su cabeza el sombrero de teja, salió - tieso como un palo - en dirección al casino en donde, como cada tarde, le esperaba la partida y la tertulia.
J. M. Hidalgo (Historias de gente Singular)
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