lunes, 14 de marzo de 2016

El accidente


Un amigo, que me ha contado más de una historia, me relató esta que, al parecer, ahora circula ya por internet, donde sabes amigo lector - que lo que no está no existe - y que él asegura es cierta. Me pareció tan genial, que no pude evitar la tentación de glosarla, como ahora hago.

Cuando a Basilio le extendieron el parte de baja por accidente laboral, la descripción de sus lesiones, casi no cabían en el espacio a ello dedicado, y por el contrario, como única causa se leía escuetamente “caída accidental en una obra”.

La compañía de seguros, pensado – como siempre hace –que era un fraude, se negó ha hacerse cargo de la indemnización, por lo que nuestro hombre, hubo de recurrir a la justicia y llevó a la aseguradora, ante un Juzgado de Pontevedra, que tampoco comprendía, cómo podía haber ocurrido, por lo que solicitó una explicación detallada de lo sucedido al interesado.

La historia - que son las alegaciones presentadas en su día ante el tribunal - y cuyo exclusivo mérito pertenece a su autor, rezaba así:

Excelentísimos Señores:

En respuesta a su petición de informaciones adicionales, sobre mi participación en el suceso, hago relación detallada de lo que aconteció, por lo que espero, que lo que sigue, resuelva de una vez todas sus dudas.

Soy albañil desde hace diez años. El día del accidente estaba trabajando sin ayuda de ninguna otra persona, colocando los ladrillos de una pared, del sexto piso de un edificio en construcción en esta ciudad.

Acabadas mis tareas, comprobé que habían sobrado unos doscientos cincuenta ladrillos y en vez de llevarlos a mano hasta la planta baja, decidí colocarlos en un barril, y bajarlos con ayuda de una polea, que afortunadamente se hallaba colocada en dicho lugar.

Descendí hasta la planta baja, até el barril con una soga, y con ayuda de la garrucha, lo levanté hasta el sexto piso, atando el extremo de la soga en una columna de la planta baja. Luego, subí e introduje todos los ladrillos en el barril.

Luego, volví a la planta baja, desaté la soga y la agarré con fuerza de modo que los, aproximadamente, doscientos cincuenta kilos de ladrillos bajasen suavemente (debo aclarar que en el informe primero, de mi declaración a la policía, he indicado que mi peso corporal es de ochenta kilos).

De improviso, mis pies se separaron del suelo y comencé a ascender rápidamente, arrastrado por la soga. Debido al susto, perdí mi presencia de espíritu, e irreflexivamente me aferré más aún a la cuerda, mientras ascendía a gran velocidad.

A la altura del tercer piso, me encontré con el barril que bajaba a una velocidad similar a la de mi subida, y que me fue imposible esquivar chocar con él. Creo que allí se me produjo la fractura de cráneo.

Continué subiendo, hasta que mis manos se engancharon dentro de la polea, lo que provocó la detención de mi subida, pero también las  fracturas múltiples de los dedos y de la muñeca.

Cuando esto sucedió, por suerte, ya había recuperado mi presencia de ánimo, y pese a los dolores, continué aferrado a la cuerda. Pero en ese instante, el barril chocó contra el suelo de la planta baja, su fondo se partió, y todos los ladrillos se desparramaron.

Ya sin ladrillos, el barril pesaba unos veinticinco kilos y debido a mi peso, comencé a descender rápidamente hacia la planta baja. De nuevo al pasar por el tercer piso, me encontré con el barril vacío que subía.

En el choque que sobrevino, estoy casi seguro, se produjeron las fracturas de tobillos y de la nariz aunque gracias a eso se disminuyó la velocidad de mi caída, de manera que cuando aterricé sobre la montaña de ladrillos, ya sólo me quebré tres vértebras.
        
Lamento -sin embargo- informar que, cuando me encontraba caído encima de los ladrillos. Con dolores insoportables, sin poder moverme y viendo encima de mí el barril, perdí nuevamente mi presencia de ánimo y solté la soga.

Debido a que el barril pesaba más que la cuerda, descendió rápidamente y cayó sobre mis piernas, quebrándome las dos tibias.

Esperando haber aclarado definitivamente, las causas y desarrollo de los acontecimientos, me despido atentamente. Será justicia
..

No sé en que quedó, el monto total de la indemnización que finalmente obtuvo, pero si me consta, que el tribunal al completo – y aunque esté feo burlase de las desgracias - se partió de risa mientras leía el alegado, y yo de paso comprendí, porque se dice de los gallegos que nunca se sabe si suben o si bajan.                                                

J. M. Hidalgo (Historias de Gente Singular)

4 comentarios:

  1. ...aunque por el camino, ocurran los accidentes, claro está.

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    1. Risa a base de desgracias Pepe. Lo que la vida es, en suma..

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    2. Me estoy tronchando de risa, que bueno,no para el pobre albañil. Muy bueno.

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  2. Podía haberse matao, j j j ... Con lo cual la paga de viudedad y orfandad la pagaríamos todos en vez de la aseguradora.

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