jueves, 3 de marzo de 2016

El final del califato de Córdoba.

Tal día como hoy 3 de marzo de 1009, es asesinado Abd al Rahmán Sanchul, también conocido por “Sanchuelo”, quien se había hecho proclamar heredero del califato de Córdoba.

Abd al-Raḥmān ibn Sanchul, conocido en las crónicas cristianos como Sanchuelo, era hijo del caudillo Almanzor y Abda, nombre árabe que adoptó una hija del rey Sancho Garcés II de Pamplona, y según las crónicas el parecido físico con su abuelo materno, hizo que le denominaran “Sanchuelo”.

Las relaciones familiares no parece que fuesen malas, ya que sobre el 992 el rey navarro anunció una visita a su yerno Almanzor, para intentar acabar los ataques cordobeses, tras la ruptura del pacto entre ambos aquel año, Sancho II fue recibido en al-Zahira con gran pompa, encontrándose con su nieto, al que de acuerdo con las crónicas árabes, “besó los pies”.

En octubre de 1008, a la muerte de su medio hermano Abd al-Malik, de la que se rumoreó podía haber sido causante, Sanchuelo le sucedió en el poder como chambelán del califa Hisham II, recibiendo el título de Nasir al-Dawla “Defensor de la Dinastía” y poco después el de “el Fidedigno” lo cual fue mal visto por el pueblo, pues rompía la tradición que hasta entonces era de recibir sobrenombres militares, aunque a fin de congraciarse, inició una campaña contra los cristianos para justificarse con éxitos militares.

Pero las luchas entre bereberes, eslavos y árabes, junto a su escasa capacidad para el gobierno, provocaron un periodo de anarquía que acabó con el Califato de Córdoba, pues durante el poco tiempo que ejerció el cargo, se desentendió del gobierno, llevando una vida de placeres y lujos a la que Sanchuelo se aficionó.

No tardaron en correr rumores sobre su adicción al vino y las mujeres, pero su mayor error fue  hacerse nombrar heredero de Hisham II, en contra de la política de su padre Almanzor, cambio este que soliviantó a los árabes, tradicionalistas y eslavos, fieles a los omeyas.

Su fin llegó, cuando para ganar prestigio, inició una campaña militar, buscando a la vez el apoyo del pueblo, pero debido al descontento, pocos se alistaron en su ejército aunque sí lo hicieron todos los mercenarios bereberes africanos, que recibían una paga doble, mediante un impuesto que debían pagar los habitantes de cada localidad, por lo que eran odiados por la población.

En el invierno del 1008, y aunque le advirtieron que la campaña era inoportuna, se dirigió al norte   y la ciudad quedó en manos de sus enemigos, por lo que no tardó en estallar la revuelta, acaudillada por un biznieto de Abderramán III,  haciéndose con el control de Córdoba  y obligando a Hisham II a abdicar en su favor, encerrando en prisión del califa y arrasando al-Zahira donde habían organizado una corte alternativa.

Sanchuelo tuvo noticia de estos hechos y ordenó el regreso a la capital pero, el ejército le fue abandonando por el camino, aunque desdeñando consejos, decidido marchar a Córdoba con los pocos fieles que le siguieron, siendo apresado el 3 de marzo de 1009, decapitado y su cadáver embalsamado, crucificado y escarnecido por el populacho.

Los mercenarios bereberes, reaccionaron buscando un muevo pretendiente omeya, biznieto de Abderramán III, que también fue asesinado, mientras se ordenaba su persecución y un pago por cada cabeza que se le entregasen mientras sus mujeres acabaron  siendo vendidas

Los bereberes sobrevivientes, escapados de Córdoba, encontraron un nuevo pretendiente al trono en Sulaymān, otro biznieto de Abderramán III y se inició así una larga y devastadora guerra civil.

El califato de Córdoba, había  dejado de existir.

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