Tal día como hoy 4 de mayo de 1939, acabada la guerra civil, comienza el racionamiento de alimentos en España, que duró hasta junio de 1952.
En 1939 se implanta el racionamiento de alimentos básicos, pero carentes del valor nutritivo necesario; garbanzos, patatas, boniatos, pasta para sopa, bacalao, malta y de vez en cuando café, carne de membrillo, chocolate incomible y jabón.
Para la mayor parte de los españoles fueron, “los años del hambre”, del estraperlo, de la escasez de los productos más necesarios, del racionamiento, de las enfermedades, de la falta de agua, de los cortes de energía, del hundimiento de los salarios y el empeoramiento de las condiciones laborales, del frío y los sabañones.
El pan, que antes era alimento base en las familias modestas, se convirtió en artículo de lujo pues su racionamiento, oscilaban entre los 150 y 200 gramos, por lo que floreció un mercado negro de productos cuyos precios sólo estaban al alcance de privilegiados, mientras el resto de la población se convirtió en comedores de algarrobas, altramuces, arenques, bellotas y castañas .
Además, el suministro era irregular y desordenado, de manera que a veces solo había aceite y jabón, mientras otras pasta para sopa, garbanzos o arroz, por lo que llegaron a hacerse dulces sin azúcar, tortillas sin huevo, guisos sin carne, fritos sin aceite, café con trigo y cebada tostado, embutidos de pescado y cosas por el estilo.
La otra cara fue la recuperación de beneficios de empresas y banca, el desvergonzado enriquecimiento de grandes estraperlistas, una clase de nuevos ricos con hábitos de consumo y ostentación de riqueza que se hicieron célebres y el restablecimiento de los privilegios de Iglesia y Ejército.
El nivel de consumo alimenticio adecuado, no se alcanzó hasta mediados de los cincuenta y el de algunos productos de calidad, hasta entrados los sesenta, reflejándose esta penuria, en la aparición de la tuberculosis cuya única prevención era vivir en habitaciones higiénicas y comer en abundancia, cosas ambas harto difíciles.
En Andalucía, el hambre se manifestó con toda su crueldad, siendo realmente duros los inviernos de 1940, 1941 y 1942, caracterizándose por hinchazón del abdomen y las extremidades, mientras los niños - los grandes perdedores de las guerras – que sobrevivían como vendedores de tabaco picado - hecho de colillas - el estraperlo de pan o patatas y alimentándose gracias al “Auxilio Social” o haciendo colas en las puertas de los cuarteles para recibir “las sobras del rancho”, imagen que se mantuvo bien entrados los años 50.
Por el aislamiento del régimen, se probó el sistema de la autarquía, una quimera que partía de la ignorancia en económica, pues en España, un país pequeño y atrasado, con mercado interior pobre, insuficiente ahorro, subdesarrollo científico y técnico, alto nivel de analfabetismo y escasez de materias primas y productos energéticos, este sistema era un suicidio.
La fijación de precios, oficiales por debajo de los que se alcanzarían en el mercado, redujo la oferta lo que provocó un mayor deseo de consumo y generó el mercado negro, que paradójicamente, sirvió para resolver, aunque fuera con extraordinarios costes, algunas de estas deficiencias.
Desde un punto de vista económico, los gastos militares y de seguridad dejaron exhausto el presupuesto y los de mejora en infraestructuras, educación y salud quedaron bajo mínimos.
Triste cuadro el de aquellos años. ¿Hemos reconocido y agradecido a nuestros padres y abuelos sobrevivir a esa penuria y su esfuerzo y sacrificio para salir de ella?.
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