Tal día como hoy 6 de mayo de 1652, tiene lugar en Córdoba el denominado "Motín del pan" donde más de 10.000 vecinos saquean las casas de las personas pudientes apoderándose de todo el pan y el trigo que tenían.
Los motines de subsistencias o motines del pan, fueron una forma de protesta popular común en Europa desde el siglo XV hasta el XIX, en la que la gente pretendía asegurarse el abastecimiento suficiente de alimentos básicos - básicamente pan - a un precio asequible.
Estos motines eran diferentes según se produjesen en zonas productoras o en las ciudades donde se vendía, pues en las primeras solían hacerse para impedir la exportación fuera de la comarca, por miedo al desabastecimiento y en las ciudades era habitual que si los precios aumentaban a niveles intolerables, la gente se organizase para obligar a los harineros a poner en venta lo que hubiese en sus almacenes y otras veces asaltaban las tahonas, vendiendo el pan al precio que considerasen justo.
Este proceso se siguió produciendo en algunos países hasta la primera mitad del siglo XX, y ha ido desapareciendo, al menos en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, mientras en lugares como Marruecos se registró una en 1981, contra el aumento del precio del pan.
El que ocurrió en 1653 en Córdoba, también se conoce como “El Motín del hambre de Córdoba”, y fue una revuelta campesina consecuencia de la necesidad extrema que sufrían los jornaleros de la localidad.
A mediados del siglo XVII se daban en Córdoba una serie de circunstancias que provocaron crisis de hambre, pues entre 1649 y 1650 una epidemia de peste asoló la ciudad, coincidiendo con varios años de malas cosechas, lo cual cual hizo que el precio de alimentos y productos básicos subieran desproporcionadamente, provocando hambrunas en la ciudad.
Cuando el 6 de mayo de 1652, fallece un muchacho en el del Barrio de San Lorenzo - poblado principalmente por trabajadores, artesanos y gente humilde - entre otras causas por el hambre, la población sale a las calles como protesta, pidiendo comida y algún tipo de ayuda para poder sobrevivir.
Al poco, miles de personas marcharon hacia la vivienda del Corregidor, que temeroso se refugió en el Convento de los Trinitarios, encaminándose entonces la manifestación al Palacio Episcopal al objeto de hacer llegar las demandas de comida al obispo, Pedro de Tapia, mecenas de la ciudad.
Mientras esto sucedía, algunos hombres entraron en las casas de los más ricos, llevándose todo el trigo que pudieron hasta la Iglesia de San Lorenzo, que convirtieron en improvisado granero popular, mientras ante la noticia de que el Marqués de Priego se acercaba con soldados para acabar con el motín, la gente se preparó para la defensa.
Los congregados recurrieron entonces a Diego de Córdoba, un caballero respetado en la ciudad, al que se propuso para alcalde y aunque primero rechazó el puesto, acabó aceptándolo y una vez en él pidió a los vecinos que volvieran a sus casas, fijando una cantidad de pan para cada familia, con la condición de que se entregaran las armas, lo que consiguió.
El rey Felipe IV enterado de la situación, ayudó a la ciudad comprando trigo del tesoro real, para abaratarlo, amnistíando también a todos los amotinados.
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